En 1994, Tom Sachs (Nueva York, 1966) ideó su Hello Kitty Nativity Scene para el escaparate navideño de una tienda de Nueva York. En este belén, realizado a base de cinta adhesiva de tela, el personaje “Hello Kitty” hacía las veces de Niño Jesús, una Hello Kitty vestida como la cantante Madonna encarnaba a la Virgen y los Reyes Magos estaban representados por tres figurillas de Bart Simpson. Coronando el pesebre, se veía una “M” de McDonald’s. La protesta de los católicos desembocó en el desmontaje del escaparate, pero el artista consiguió galerista en Nueva York.
Sachs toma motivos procedentes de la moda, el diseño, el consumo y el lujo y los subvierte, muchas veces recurriendo al “bricolage”, que otorga a sus creaciones un característico aire artesanal. De entre 1996 y 1998 datan trabajos como Chanel Chain Saw (1996) y Chanel Guillotine (1998), unas irónicas piezas con forma de sierra eléctrica y de guillotina, respectivamente, de estilo Chanel.
A la misma época corresponden Prada Toilet (1997), un inodoro negro de cartón, y Prada Deathcamp (1998), una maqueta de un campo de concentración realizada con una caja de zapatos de la marca italiana. Al respecto de esta última, Sachs afirma: “El poder coercitivo de la publicidad nos roba nuestra identidad y la sustituye con falsas promesas: si compras este perfume, conseguirás al hombre de tus sueños; si usas este vestido, te verás tan flaca como Kate Moss, y entonces serás feliz; si tienes este coche, tendrás a la chica; si compras este producto, te sentirás poderoso. Toda esta publicidad nos aleja de lo que realmente somos y nos incita a suscribir una imagen prefabricada de éxito o poder. Sugerir que el Holocausto y la publicidad son equivalentes sería trivializar de forma inaceptable el horror y la destrucción del Tercer Reich. El foco de atención lo pongo en el paralelismo en cuanto a la subyugación de la identidad”. Esta idea vertebra otras obras del artista, como Sony Outsider (1999), una reproducción de la bomba atómica lanzada sobre Nagasaki cuyo exterior, de un blanco brillante, lleva el logo de Sony, y cuyo interior es semejante a una habitación de hotel de lujo. La pieza hace referencia a los nuevos modos de alienación cultural.
Sus trabajos en torno a la llamada “comida basura” son otros ejemplos de esta preocupación por la alienación en sus distintas expresiones contemporáneas, lo que se observa en piezas como Hermés Value Meal (1997) –una bandeja de comida rápida con el característico color naranja de la marca– o Nutsy’s McDonald’s (2001) –un carrito de comida para venta callejera–. Sachs establece una conexión entre las familiares estrategias reduccionistas de las grandes multinacionales de comida rápida y el prometido, superficial, “baño” de glamour con el que las grandes marcas de lujo intentan seducirnos.
Uno de los personajes más llamativos del imaginario del artista es Hello Kitty, “icono del merchandising” en el que Sachs encuentra cierto sentido budista de la nada. En 2008 colocó tres grandes esculturas de “My Melody”, “Miffy” y “Hello Kitty” en los jardines del Trocadero, y la obra Wind-up Hello Kitty, que dijo considerar su “autorretrato”. Otro icono indiscutible de la era del consumo al que ha dirigido Sachs su mirada es la “Barbie”, que en 2013 le inspiró una obra de extenso título consistente en una algo inquietante versión de esta muñeca tallada en madera contrachapada.
En la última década, Sachs ha mostrado gran interés por la carrera espacial y sus iconos: el traje de astronauta, la nave Apollo, las siglas de la NASA… También ha realizado delicadas piezas pirograbadas inspiradas en la tradición decorativa europea y, más recientemente, ha creado sutiles chawan (cuencos para té japoneses) modelados a mano por el propio artista en porcelana. En ellos, la irregularidad y las huellas de sus dedos apuntan a la idea de lo manual que fascina a Sachs: “Cuando miras un iPhone, no ves evidencia de que haya sido construido por un ser humano. (…) Parecen completamente hechos por robots. Como artista, encuentro difícil producir algo de esa calidad a mano con la misma finalidad y atractivo. No obstante, la ventaja del artista con respecto a la industria es su capacidad para orgullosamente dejar la huella de sus dedos para la eternidad”.
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