Publicado en: LÁPIZ Revista Internacional de Arte, año XXXIII (nº 283), febrero/marzo de 2014
Por: Vivianne Loría
Se ha reflexionado mucho sobre la obra de arte aplicando conceptos como el “valor de cambio” o el “valor de uso”, pero lo que hoy preocupa al mercado del arte, a las galerías de arte de España, es el “valor añadido”. Este es un valor que se cuantifica y se transforma en el impuesto que en España se conoce por las siglas de “IVA”, impuesto sobre el valor añadido, que podemos definir, grosso modo, como el impuesto que se paga al Estado de lo que resulta del valor añadido de la pieza artística que se vende, es decir, de la diferencia entre el precio de compra y el de venta. Es un impuesto que recae sobre el consumidor final –el comprador que adquiere la obra de arte– y que es percibido por el vendedor –la galería de arte–, que lo liquida a la Hacienda pública una vez deducido el IVA que ha pagado al “proveedor” –el artista–. Es decir, la galería es un simple intermediario entre la Hacienda pública y el coleccionista: actúa como recaudador.
De lo expuesto, la conclusión inmediata nos lleva a pensar que cuanto más elevado es el IVA aplicado al arte, más cara resulta la obra para el comprador particular, quien, al encontrarse al final de la cadena, no puede deducirse este impuesto. El IVA en el mercado español del arte ha sido siempre muy elevado con respecto al de otros países de nuestro entorno y bajar su porcentaje ha sido una recurrente reivindicación del sector artístico de este país. No obstante, en septiembre de 2012, aún hallándonos en plena recesión económica, el gobierno de España aumentó la presión fiscal sobre el mercado artístico. De esta forma, el tipo aplicado a las ventas realizadas por los artistas pasó del 8% al 21%, aumentando la presión fiscal en 13 puntos. Por su parte, el tipo aplicado a las ventas realizadas por las galerías pasó del 18% al 21%, de modo que las ventas de los artistas y de los galeristas quedaban gravadas con el mismo tipo impositivo. Los galeristas han argumentado que uno de los efectos de que el tipo a pagar en España sea mayor que en otros países de Europa es que al comprador le puede resultar más económico comprar en ARCO –la feria de arte española por antonomasia– la obra de un artista español a una galería extranjera.
Sorpresivamente, en enero de este año el gobierno decretó una bajada del IVA para el comercio del arte. Las ventas realizadas por el artista se ven grabadas ahora con un 10% de IVA (recordemos que antes de septiembre de 2012 era del 8%), pero las ventas realizadas por las galerías continúan con el mismo tipo del 21%. El resultado es que en el reparto de la presión fiscal que tiene lugar entre el artista y la galería se ha pasado del 14,5% al 15,5 %, es decir, en realidad no se ha regresado a la fiscalidad anterior a septiembre de 2012. Así pues, aunque el Decreto gubernamental fue interpretado rápidamente como una excelente noticia para el mercado artístico, la mejora es insignificante.
A pesar de ello, parte de los comerciantes de arte creen ver en esta rebaja impositiva un importante paso hacia, al menos, el retorno a la situación de hace unos años. Así las cosas, se ha dejado que la confusión entre el público aumente con objeto de “estimular” el decaído mercado del arte español en vísperas de arco, confiando en la ingenuidad del comprador. Un efecto nocivo de esta táctica de desinformación ha sido el malestar que ha despertado esta medida mal explicada entre otros sectores de la cultura y entre consumidores particulares que no se explican que el gobierno baje el IVA de los “cuadros” y no de, por ejemplo, los pañales.
Los demás sectores de la cultura –el cine, el teatro, la danza…– también han sufrido en los últimos dos años los severos recortes e incrementos del IVA que ha padecido el comercio del arte, y hoy miran con desconfianza al sector artístico como si este estuviera gozando de un trato de favor de parte del gobierno. Durante días se han visto correr ríos de tinta clamando contra esta reducción de impuestos a la venta de arte por parte, por ejemplo, de representantes del sector del cine, que se consideran agraviados y discriminados.
La triste verdad es, no obstante, que esta reducción del IVA es más bien una medida propagandística de cara a ARCO, y muy difícilmente tendrá alguna repercusión significativa en un mercado artístico tan deprimido como el de España.