Publicado en: LÁPIZ Revista Internacional de Arte, año XXXIII (nº 286/287), octubre de 2014/enero de 2015
Por: Vivianne Loría
A medida que LÁPIZ va cumpliendo años –ya vamos por nuestro 32º aniversario–, nos resulta más sorprendente comprobar cómo los medios generalistas van perdiendo la memoria, y suelen informar sobre algunos acontecimientos artísticos como si se tratara de grandes novedades, calificando algunas exposiciones como “la primera” o “la más importante” que se celebra en España de tal o cual artista o de tal o cual temática. En ocasiones, la inexactitud es promovida a través de las notas de prensa de las propias instituciones que acogen la muestra, y eso pone en evidencia la poca importancia que dan los periodistas, al menos en el campo cultural, a un procedimiento tan necesario en su profesión como es el de contrastar la información, ya que muchas veces los mismos periódicos para los que escriben realizaron en su día la cobertura de la muestra que en verdad era “la primera” y “la más importante realizada hasta ahora”. Así, es raro ver citados los antecedentes, la gran exposición que ya años atrás tuvo lugar en otro centro sobre ese mismo artista o ese mismo tema.
La principal culpa, no obstante, la tiene el centro que difunde la información inexacta, en su afán por ser el primero en algo, o el descubridor de algo. Es difícil admitir esa ausencia de documentación de los eventos precedentes, en los cuales, de hecho, debe fundamentarse cualquier propuesta expositiva posterior en alguna medida, ya sea para actualizar los términos de la línea discursiva que dio origen al evento previo o para rebatirlos. O simplemente para construir una línea discursiva propia fundamentada en un conocimiento bien documentado de las propuestas que se han acercado al mismo tema o que han intentado poner en perspectiva el trabajo del mismo artista sobre el que se pretende echar nueva luz.
Este fenómeno que podríamos llamar de remakes de exposiciones es, naturalmente, habitual en cada generación, y es necesario, ya que, a diferencia de lo que ocurre con el cine, el visionado del original no está disponible más que a través de la documentación fotográfica y, solo a veces, videográfica. Pero esta documentación es fundamental, y de ella forman parte también las revistas especializadas, donde se encuentran los datos más cuidadosamente recogidos sobre las características y sentido de las exposiciones que resultan significativas en su tiempo. De hecho, un elemento esencial de los centros o museos de arte es su biblioteca o centro de documentación, un lugar fundamental para el investigador o estudioso que busca documentarse.
En esta nueva era de la sobreinformación en la que todos acabaremos sabiendo muy poco de todo, resulta especialmente importante el rigor en la construcción del discurso desde la esfera de la cultura, que debería, al igual que ya lo hace la de la ciencia, respetar de forma escrupulosa la investigación de antecedentes y mostrar con transparencia el origen de sus proposiciones teóricas, que, como sabemos, no son producto de la ciencia infusa.