Publicado en: LÁPIZ Revista Internacional de Arte, año XXXII (nº 280), octubre/noviembre de 2013
Por: Vivianne Loría
Si tenemos en cuenta que dos de los museos españoles más visitados, el Museo Nacional del Prado y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (mcars), se encuentran en Madrid, una ciudad que en los tres primeros trimestres del año ha visto reducida la afluencia de turistas nacionales y extranjeros de forma significativa, parece evidente que el conjunto de museos españoles sufrirá este año una caída en el número de visitantes.
Las estadísticas referidas a los visitantes de museos incluyen, por lo general, las visitas a las exposiciones temporales y no es frecuente que se disgregue en dichas cifras la cantidad de público que visita exclusivamente las colecciones permanentes del museo. De este modo, la cifra resultante de visitantes a un museo varía entre un año y otro según sea mayor o menor el éxito de público de las exposiciones temporales. Así pues, dado el resultado que ha obtenido la exposición Dalí. Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas, celebrada en el MNCARS, la cual sumó más de 730.000 visitantes, es probable que este año 2013 este museo alcance una cifra superior a los 2,5 millones de visitas que tuvo el año pasado. No obstante, aún no se puede aventurar si este incremento compensará la previsible pérdida de visitantes de otros museos de la capital, y en especial del Museo del Prado, que tuvo 2,8 millones de visitantes el año pasado (aunque los responsables de este museo suelen engordar la cifra de visitantes sumando el público que acude a ver las exposiciones itinerantes de su colección).
Al parecer, la muestra de Dalí ha batido el récord de visitantes de una exposición en Madrid, si exceptuamos la titulada Picasso. Tradición y Vanguardia celebrada en 2006 conjuntamente en el MNCARS y en el Museo del Prado. Aquel pobre ejercicio expositivo que enfrentó la obra de Picasso a la de maestros antiguos sumó 785.000 visitas. Si comparamos estas dos exposiciones de dos de los artistas españoles más destacados del siglo XX, lo que más llama la atención es el contraste de calidad de ambas propuestas, ya que a diferencia de aquella muestra mediocre de la obra de Picasso, la exposición dedicada a Dalí ha destacado por su rigor y calidad. Conviene, pues, desconfiar del argumento que pretende calificar el valor de una exposición por el público que acude a verla.
Por ejemplo, la muestra de un incomprensiblemente sobrevalorado artista como Antonio López, celebrada en 2011 en el Museo Thyssen-Bornemisza, tuvo 318.000 visitas. La explicación solamente la podemos atribuir al carácter “mediático” del personaje, ya que López ha recibido un trato especial por los grandes medios de comunicación generalistas. La cobertura mediática ha alimentado sus exposiciones antológicas y viceversa.
Es lamentable que ningún museo pueda abstraerse de la importancia que conceden al número de visitas aquellos que financian o patrocinan la institución. La mayoría de los museos españoles dependen de una administración pública que no entiende de sutilezas científicas y culturales, de modo que la defensa cualitativa de una exposición o de la actividad de un museo se hace difícil frente a la valoración cuantitativa que obsesiona al poder político. Cada vez va quedando más sumido en el olvido el hecho de que el museo nació como una fuente de conocimiento, y cada vez más se lo confunde con actividades de masas como las que mueven el mundo del deporte.